20 feb 2010

Rito mozárabe












El rito hispano es uno de los diversos que en el transcurso de los tiempos se fueron formando en las distintas regiones donde se extendió la Iglesia. Todos los ritos derivan de aquella primera fracción del pan que practicaron los apóstoles, según las instrucciones recibidas de Jesús, para conmemorar su muerte y resurrección, celebrando la eucaristía.


















Posteriormente, a la primitiva sencillez de aquellas celebraciones se fueron añadiendo nuevos elementos de lecturas sagradas, oraciones e invocaciones, diferenciadas según el tiempo y el lugar. Así fueron surgiendo las diversas maneras de la celebración que ahora llamamos ritos. Surgieron los ritos orientales y surgieron los ritos occidentales, celebrados todos en latín, pero con diferencias entre ellos. Tales fueron el rito romano, el milanés o ambrosiano, el galicano, el norte-africano, el bracarense y el hispánico.


















El rito hispano es, por tanto, la manera propia de celebrar las acciones litúrgicas en la Iglesia española en los primeros diez siglos de su historia. Se usó primero por los cristianos hispano­-romanos, se siguió usando bajo la dominación de los visigodos, época en que los grandes padres de la Iglesia visigoda lo enriquecieron considerablemente, y también por los cristianos que permanecieron bajo la dominación musulmana en las diversas regiones de la España dominada y los que se mantuvieron en las regiones no ocupadas.

















Cuando el Papa Gregorio Vll decidió extender el rito romano a toda la cristiandad europea, los reyes de Aragón y después los de Castilla, no sin resistencias, acabaron por aceptarlo, desapareciendo entonces el rito español en los reinos cristianos de la península.







Se mantuvo, sin embargo, en los territorios ocupados y fue entonces cuando comenzó a llamarse mozárabe, como se llamaba a los propios cristianos sometidos al Islam. El centro fue Toledo, ya que en Al Ándalus eran pocos los cristianos residentes, a causa de las constantes emigraciones y también de las apostasías producidas por la continua presión de los dominadores.

















Cuando en 1085 Toledo fue reconquistada del poder musulmán por Alfonso VI de León y Castilla, se planteó el problema de la pervivencia del rito mozárabe. El rey pretendía abolir el rito ancestral, presionado por sus consejeros, monjes de Cluny, partidarios de la unificación gregoriana.







Los mozárabes toledanos, que habían tenido parte destacada en la reconquista de la ciudad, no querían perder sus fórmulas tradicionales de expresar la fe que les había mantenido unidos durante los siglos de dominación musulmana.

















Se llegó a una solución de compromiso. El rito mozárabe se mantendría vigente en seis parroquias de la ciudad, a las que se asignaron los cristianos que vivían en ellas antes de la Reconquista, fuera de distribución territorial, introduciéndose el rito romano en la catedral y en las parroquias territoriales creadas para los nuevos pobladores castellanos y francos.








Así perduró el rito hispano-mozárabe en seis parroquias. Y así se han conservado también unas familias que, agrupadas por esa singularidad de su condición, arropadas por los privilegios que les fueron concediendo los reyes castellanos, y a causa de su pertenencia personal a dichas parroquias, han mantenido viva su mozarabía, atestiguada por lo libros parroquiales, mientras en otras partes de España, los descendientes de los antiguos mozárabes han perdido la memoria de su origen.









Pronto, sin embargo, los mozárabes toledanos, por diversas causas, comenzaron a disminuir en algunas de las parroquias que les fueron asignadas, hasta el punto de que en siglo XVI ya no tenían feligreses las parroquias de san Sebastián y de san Torcuato. Pero se mantuvieron en las otras, incluso con feligreses que residían fuera de Toledo, que por ser feligreses a título personal y razón de descendencia, seguían tributando sus diezmos a la parroquia mozárabe a que pertenecían.









Y siempre, los de fuera y los de dentro, bajo la autoridad pastoral de los arzobispos de Toledo, considerados superiores del rito, como lo ha reconocido recientemente la Santa Sede al aprobar los prenotandos del nuevo misal.

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