3 jun 2010

La guerra civil y el franquismo

Durante el periodo de 1936-1939 en este ya viejo (quizá el más viejo entre los Estados actualmente existentes ya que realidades como el Imperio Romano, el antiguo Imperio Chino o la España de los godos no son realidades con continuidad actual) Estado y nación que es España se desarrolló una cruenta guerra civil.









No quiero decir que esa guerra sea diferente a las ingentes cantidades de guerras civiles que, a lo largo de la historia y ahora mismo, se han dado tanto fuera como dentro de España sino que quiero resaltar la importancia que tuvo, y todavía tiene, para la vida política de los españoles.
















En primer lugar, el contexto internacional con una pérdida de prestigio del régimen parlamentario que sólo se recuperó tras la Segunda Guerra Mundial. En Europa, Italia, Alemania, Polonia, Rumanía, Grecia, Rusia, Bulgaria, Hungría y Portugal, entre otras,
eran dictaduras y el fantasma de la guerra recorría el continente. La deriva revolucionaria llevó a una parte del ejército y a algunos partidos políticos a dar un golpe de Estado defensivo que al fracasar desembocó en una cruel guerra.








Los dirigentes de la República no intentaron siquiera atajar la revolución y parecía que buscaban la confrontación civil; se infravaloraron los peligros de la guerra, se abandonó la defensa de la democracia como valor en sí misma y se la utilizó de forma instrumental, de manera que sólo valía si llevaba a la victoria.








La unidad del Frente Popular lo era en relación con su enemigo, permaneciendo una total ausencia de suelo de Rawls entre sus miembros; la actitud antidemocrática y antiespañola del partido socialista, la nefasta gestión de la guerra y de su zona de influencia por parte del gobierno del Frente Popular propiciaron que se sucumbiese a los intereses políticos de la URSS.























Como dice el historiador norteamericano
Stanley G. Payne:



"La influencia soviética en la Guerra de España es un tema sobre el que existe una abundante documentación, ampliada después del desplome de la Unión Soviética, especialmente durante la caótica situación vivida en Rusia durante la época de la presidencia de Boris Yeltsin, por ejemplo las investigaciones y aportaciones relativas a Lenin y Stalin realizadas por Volkogonov, entre otras. Sin embargo, tal limitada apertura de los archivos soviéticos cambió casi por completo al acceder al poder Vladimir Putin y comenzar a recuperar la Rusia postsoviética parte de su antigua influencia, superar el complejo de derrota, recuperar el orgullo nacional, controlando el poder los "siloviki"; denominación aplicada a antiguos oficiales del KGB, decisivos en el entorno de Putin, así como algunos oligarcas.


Hoy, 2010, siendo presidente de Rusia Dimitri Medvedev, y Putin primer ministro, situación que puede invertirse pacíficamente y de común acuerdo en los próximos años, la limitación y de control sobre la apertura de archivos y documentos secretos sigue siendo similar. No obstante, lo relativo a la influencia del PCUS, y por tanto de Stalin, sobre el rumbo de la política española, no es algo abundantemente probado, sino que reviste caracteres axiomáticos.

Primeras muestras de la influencia soviética.


La primera muestra de la influencia soviética se refleja de modo prístino desde el primer instante. A medida que el Alzamiento se convierte en guerra abierta y que ni los alzados logran el rápido triunfo esperado en un principio, ni las fuerzas del Frente Popular (los "republicanos" comienzan a convertirse en una fuerza en extinción) consiguen el confiado estrangulamiento de los alzados, el partido comunista español, bajo el control total de la Internacional comunista, crea un nuevo instrumento operativo.










Tras los primeros momentos del Alzamiento del 18 de julio, fracasado ese intento de un golpe rápido y planteado un nuevo escenario bélico, en la mentalidad de algunos dirigentes socialistas y sindicalistas predominó la concepción de que en una guerra popular revolucionaria el instrumento ideal era la milicia. Esto podía ser verdad en un movimiento que se resolviese en días, pero en una visión anticipada de una guerra civil con frentes regulares, con operaciones complejas y movimiento de fuerzas numerosas con armamento moderno dejaba de serlo.


De las milicias al Ejército.


La Internacional Comunista, con experiencia tan importante como la guerra civil rusa, impulsa al partido comunista español, fiel ejecutor de sus consignas, a trascender desde un primer momento la anárquica y caótica desorganización de las milicias socialistas y anarquistas, con la creación de un embrión de lo que sería el futuro Ejército Rojo, destinado a dominar y controlar al cada vez más inexactamente denominado Ejército "republicano" a medida que iba avanzando la guerra. La creación del 5º Regimiento por el partido comunista representó la primera medida activa, reveladora de la presencia del PCUS en la guerra de España.


El 5º regimiento representa el primer paso hacia la creación de un verdadero ejército rojo futuro, creando los cuadros destinados a trascender una situación inicial, sentando las bases para la constitución de una fuerza armada disciplinada y con eficacia combativa. Antitética con las milicias, activas en la retaguardia en la ejecución de crímenes y desmanes, pero de eficacia combativa sumamente escasa.

La propaganda.



Aunado a la creación de ese embrión de ejército rojo, jugará un papel de suma importancia, otro arma: la propaganda. La propaganda presentará al PCE como la fuerza eficaz por excelencia, despertando a medida que el tiempo transcurre, el recelo de socialistas y anarquistas hasta entonces mucho más poderosos y con mucha mayor afiliación que ese pequeño partido, el PCE, convertido cada día más acentuadamente en un rival crecientemente fuerte y temible.

El aparato propagandístico del partido comunista trabajará a pleno rendimiento utilizando recursos innovadores con base en las tácticas utilizadas en la iconografía soviética, unidas al tan eficaz recurso de la radio. Y en ese enorme aparato una figura desempeñaría el estrellato, Dolores Ibárruri, la Pasionaria.

Un mito de la propaganda comunista: la Pasionaria.


La mujer que hablaba habitualmente de matar, la que no tenía perdón para nadie, el personaje implacable que ardía en frases y condenas incendiarias contra todo aquel que considerase adversario, será el mismo que sin embargo callará sumisamente en las reuniones del Buró Político, no por prudencia sino esperando a que se decida cual va a ser la línea dominante, cual va a ser la orden de Moscú.


El aparato propagandístico del partido trabajará desde el comienzo del conflicto a pleno rendimiento utilizando recursos innovadores en base a las técnicas utilizadas en la iconografía soviética unida al tan eficaz recurso de la radio. Y en ese incipiente aparato, pero desarrollado a velocidad inaudita y con extensión amplísima la Pasionaria como encarnación en una persona del partido comunista, aparece con sus fotografías cavando trincheras en las defensas de Madrid, transposición de las imágenes de la revolución bolchevique y la guerra civil rusa. Ampliada la repercusión del mensaje del partido por sus vibrantes e incendiarias intervenciones radiofónicas.


Y con características puras de la tecnología bolchevique, por una parte arengará a las masas simbolizando en el partido la lucha del pueblo contra el fascismo. Y por otra, reflejo fiel de esa mentalidad chekista, excitando a la delación y a la represión, con consecuencias tan sangrientas y crueles

Sus famosas frases con el colosal apoyo del agitprop soviético rebasarían los límites españoles, y gracias a ese genio de la propaganda bolchevique, Willy Múnzenberg –asesinado años más tarde por orden de Stalin- y a los Múnzenberg de menor categoría, darían la vuelta al mundo, sembrando mediante una asombrosa campaña de desinformación la fructificación no sólo entre el proletariado proclive, sino entre medios burgueses tan desconocedores de la realidad española cual si de un conflicto entre aborígenes australianos se tratase.

La proyección universal del mítico "No pasarán", no inventado por el aparato propagandístico del partido comunista, sino por el general francés Nivelle -no por Petain– durante la batalla de Verdún. O el "Más vale morir de pie que vivir de rodillas", de la que hay dos versiones de su origen, la de una canción de la revolución mejicana, y la de una frase "patriotera " francesa.

En la magnificación del mito, la Juventud Socialista Unificada formará un batallón con el nombre de Pasionaria, y frente a esa España clasista donde sólo podían tener carrera las "gentes de bien", los niños, con encantadora y sospechosa ingenuidad dirán : «También nosotros tenemos derecho a ser ingenieros y médicos, y lo que haga falta. Por eso queremos ir a la Unión Soviética».

En la vasta bibliografía de la guerra de España de 1936 a 1939, sobre la que se han escrito miles de libros, la cuestión más turbia y controvertida ha sido determinar cuáles fueron exactamente el papel y la política de la Unión Soviética. Poco después de concluir el conflicto, Walter Krivitsky, el más importante desertor de la NKVD -policía política estalinista- de la época, escribió lo siguiente: «La historia de la intervención soviética sigue siendo el principal misterio de la Guerra Civil española». Hace apenas tres años, el historiador británico Gerald Howson observó que esta cuestión «ha provocado más preguntas, confusiones y agrias controversias que cualquier otro tema de la historia de la Guerra Civil de España».

La derrota de Alemania e Italia en la II Guerra Mundial, las dos potencias que intervinieron en el bando de Franco, trajo como consecuencia la total apertura de los archivos de estos países, pero el triunfo y la larga vida de la Unión Soviética significaron que hasta los años 90 sus archivos sólo podían ser consultados por el reducido número de historiadores soviéticos considerados afines a la línea del partido, a quienes concedieron un acceso limitado a los fondos. Por tanto, el papel de los soviéticos en la guerra española continuó siendo motivo de controversia entre los historiadores que sólo podían consultar los archivos de España y de otros países occidentales.

El velo comenzó a apartarse lentamente tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, cuando los investigadores occidentales pudieron por primera vez acceder directamente a los archivos soviéticos. Las oportunidades fueron mayores a principios y mediados de los años 90. Más recientemente, dado el creciente nacionalismo de la segunda Administración de Yeltsin y del actual Gobierno de Putin, se ha vuelto a restringir a los historiadores extranjeros el acceso a estos documentos.

Los tres fondos que quedaron más disponibles para los especialistas extranjeros fueron los archivos de la Internacional Comunista y del Ejército Rojo, y algunos archivos secundarios relacionados con asuntos culturales. Los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética y del NKVD/MVD/KGB -los dos últimos, Ministerio del Interior y policía secreta soviética- siempre han sido considerados más confidenciales, sobre todo los de la Presidencia del Gobierno. Sólo un reducido número de historiadores rusos obtuvieron autorización para estudiar el lichny arkhiv Stalina (el archivo personal de Stalin), principalmente a principios de los años 90.

Uno de los proyectos más importantes de esa década reunió a un grupo de historiadores y de expertos políticos de países occidentales en los que la Internacional Comunista había tenido un papel activo, para recabar sistemáticamente los principales documentos de los archivos del Comintern. En este proyecto España estuvo representada por Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, quienes ofrecen un importante análisis de la política del Comintern y del PCE en su impresionante estudio Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España. 1919-1939 (1999). Se trata del libro más original publicado en mucho tiempo sobre cualquier aspecto de la Guerra Civil.









Los documentos soviéticos también han sido utilizados para estudiar otros temas. El historiador británico Gerald Howson publicó en 1998 Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil War, que pronto apareció en español "Armas para España: La Historia no contada de la Guerra Civil española". Su libro ofrece una amplia descripción de los esfuerzos de la República para obtener armas en el exterior, y utiliza documentos soviéticos recientemente desclasificados para cuantificar el armamento soviético enviado a España, punto que ha sido siempre objeto de muchas conjeturas y polémicas. Si bien esta relación no puede considerarse definitiva, y los datos necesitan ser corroborados por otras investigaciones sistemáticas de los archivos soviéticos, representa sin embargo un gran paso adelante.

Posteriormente se han llevado a cabo otros estudios, entre los que figuran sendas tesis doctorales completadas el año pasado por dos jóvenes especialistas. En Wisconsin, Daniel Kowalsky ha terminado recientemente su tesis The Soviet Union and the Spanish Republic: Diplomatic, Cultural and Military Relations, 1936-1939, estudio de tres importantes aspectos -diplomáticos, culturales y militares- de las relaciones entre la República española y la Unión Soviética para el que se ha empleado una amplia selección de documentos soviéticos, mientras que en Alemania Frank Schauff ha completado por su parte una investigación sobre las relaciones entre el Comintern y España durante la Guerra Civil. Es probable que ambos estudios se publiquen dentro de poco tiempo.

Este verano ha aparecido en Estados Unidos uno de los proyectos más sorprendentes e importantes basados en los archivos soviéticos, Spain Betrayed (España traicionada), la edición de más de 500 páginas de documentos relacionados con la Guerra Civil española. El libro es una amplia muestra representativa de algunos de los más importantes fondos documentales soviéticos, especialmente de los archivos del Ejército Rojo y del Comintern, aunque también incluye documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores. La documentación fue fotocopiada de los originales de los antiguos archivos soviéticos a mediados de los años 90 por la joven historiadora de Yale Mary Habeck, y el volumen publicado ha sido coeditado por otro historiador estadounidense, Ronald Radosh, y el renombrado experto y editor ruso Grigory Sivostianov. Juntos han presentado, anotado y contextualizado cuidadosamente las fuentes, proporcionando así por primera vez un amplio panorama documental de la participación soviética en España.

Esta documentación hasta ahora inédita confirma algunas interpretaciones clásicas de la intervención soviética, y también presenta datos que ofrecen una nueva perspectiva sobre una serie de problemas. Se ha dicho con frecuencia, por ejemplo, que el Gobierno de Giral sólo acudió a la Unión Soviética en busca de ayuda militar una vez que Francia anunció su política de no intervención, aunque uno de los primeros documentos presentados en este libro es la primera petición de ayuda que envió Giral a la Unión Soviética con fecha del 25 de julio de 1936, varios días antes del anuncio de la posición francesa.

La política de Stalin en España fue atrevida y cautelosa a la vez. La Unión Soviética había mantenido durante 15 años su propio partido político en España, el PCE, que para 1936, si bien no dejaba de ser una organización relativamente pequeña, había alcanzado por fin una importancia considerable. Aunque el espectro del comunismo atemorizaba a millones de españoles conservadores, en la primavera de 1936 la política soviética había convertido al PCE en el más moderado partido revolucionario de España, al menos en lo concerniente a sus tácticas inmediatas.

La política de los soviéticos y del Comintern buscaba evitar el estallido de una guerra civil, pues eran conscientes de que la situación existente, el monopolio político de la izquierda, les resultaba mucho más útil, y en segundo lugar entendían que una guerra civil en España complicaría inevitablemente la nueva política soviética de seguridad colectiva contra Alemania, cuyo objetivo era obtener el apoyo de Francia y de Gran Bretaña. Transcurrieron dos meses antes de que Stalin decidiera lanzar una gran intervención militar, decisión que no fue ratificada por el Politburó soviético hasta el 29 de septiembre. (El teniente coronel Yuri Rybalkin, historiador ruso especializado en cuestiones militares, ha señalado que el momento en que se tomó esta decisión coincidió con el primer envío de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España, que fueron trasladadas de Madrid a Cartagena, lo que parecía garantizar el pago de la ayuda militar exterior).

El volumen recién publicado contiene una excelente selección de informes de los numerosos asesores militares soviéticos que participaron en el adiestramiento y la dirección del nuevo Ejército Popular de la República. Esta organización, que adoptó como insignias la estrella roja y el saludo con el puño en alto (el rotfront inventado por el Partido Comunista alemán en 1927) y que contó con la participación de los omnipresentes comisarios políticos, pronto adquirió un aspecto soviético. Salvo algunas excepciones, los asesores soviéticos no dieron una buena calificación a los republicanos.







Sus informes a Moscú hablan largo y tendido de las divisiones políticas, la indisciplina y la falta de organización del Ejército Popular. También demuestran que en la época de Stalin los oficiales soviéticos intercambiaban la misma retórica que emitían al exterior como propaganda política. Los fracasos republicanos no se consideraban errores humanos, o producto de la inexperiencia, la falta de instrucción militar o la precipitación; en la mayoría de los casos se atribuían siniestramente a la obra de traidores, agentes fascistas y trotskistas.

El libro también ofrece una serie de informes reveladores sobre las Brigadas Internacionales. Los voluntarios extranjeros, comunistas en su mayoría, reclutados en distintos países por el Comintern, gozaron de enorme publicidad y se convirtieron en una de las leyendas más perdurables de la guerra, la del grupo de voluntarios idealistas de todas partes del mundo que lucharon por la democracia y en contra del fascismo. La realidad fue algo distinta. Como ha escrito el novelista estadounidense William Herrick, veterano de la Brigada Abraham Lincoln: «Sí, fuimos a España para combatir el fascismo, pero la democracia no era nuestro objetivo». Los brigadas fueron lanzadas a las más duras batallas, a menudo como fuerza de choque, y sufrieron un excepcional número de bajas.

Los documentos soviéticos revelan que muy pronto, en el verano de 1937, las unidades de voluntarios extranjeros comenzaron a sufrir graves problemas de indisciplina y de baja moral. El idealismo comunista no excluía las graves actitudes racistas de las brigadas hacia los españoles e incluso entre sus mismas filas, lo que daba lugar a intensas fricciones étnicas. Para esta época ya era necesario completar las brigadas con un gran número de reclutas españoles, hasta el punto de que la mayoría de las unidades sólo tenían de internacional el nombre. El desaparecido historiador ruso M. T. Meshcheryakov ya había llamado la atención sobre algunos de estos problemas en un artículo sobre las Brigadas Internacionales publicado en Rusia justo antes de la disolución de la Unión Soviética.
Otros documentos de Spain Betrayed arrojan luz sobre la idea soviética del «nuevo tipo de república democrática» o «república popular», términos con los que bautizaron a la República Española durante la guerra, así como sobre la postura soviética ante la revolución en la zona republicana.

La política comunista hacia otros partidos republicanos, particularmente hacia los anarquistas y el POUM -Partido Obrero de Unificación Marxista-, ya ha sido estudiada a partir de fuentes españolas, pero esta nueva documentación permite un mayor esclarecimiento de las intenciones y los cálculos comunistas, particularmente de los que precedieron los «sucesos de mayo de 1937 en Barcelona».







Casi todos los historiadores están de acuerdo en que la Unión Soviética alcanzó su mayor poder e influencia en España durante los tres gobiernos de Juan Negrín (1937-1939), aunque existe una gran polémica sobre el verdadero alcance de la alianza entre Negrín y los comunistas. Los documentos presentados en este volumen arrojan suficiente luz sobre la cuestión. Como era de esperar, ponen de manifiesto que los soviéticos estaban bastante satisfechos con la extrema receptividad y cooperación de Negrín. No obstante, la satisfacción no era total, ya que los asesores del Comintern y de la Unión Soviética se quejaban de que el primer ministro republicano no siempre promovía todas sus iniciativas. Lo criticaban también por ceder a menudo ante su propio partido, el socialista, y por no mostrar interés en tomar personalmente el control del partido ni en forzar su fusión con los comunistas, requisito de la estrategia de la «república popular».

Si bien las intenciones políticas de Negrín no eran de orientación soviética, lo cierto es que tampoco eran democráticas. Los informes soviéticos enviados a finales de 1938 analizan la propuesta de Negrín de crear una especie de frente o «partido único» en la zona republicana y su promesa de que, tras la victoria del bando republicano, no volvería al «parlamentarismo» ni al «libre juego de partidos» de la Segunda República, sino que implantaría un sistema de izquierda totalitario y nacionalizaría la industria.

La intervención soviética fue sorprendentemente rentable. Stalin se apropió de todo el oro español depositado en Moscú como pago por la ayuda soviética, cobrada a un precio excepcionalmente elevado, de modo que el Gobierno soviético obtuvo importantes beneficios en la operación. Poco más de 3.000 militares y efectivos soviéticos prestaron servicio en España, cifra que apenas supera la de los 2.800 ciudadanos estadounidenses que se presentaron como voluntarios en las dos brigadas internacionales norteamericanas. Sólo unos 200 soviéticos murieron en la guerra, mientras que los norteamericanos, que participaron en las más duras batallas, sufrieron un número de bajas al menos tres veces mayor.

No obstante, la política soviética fracasó tanto en el plano nacional español como en el ámbito internacional. Stalin tenía miedo de enviar suficiente ayuda militar para permitir el triunfo del bando republicano, por tanto la incipiente República Popular apenas pudo desarrollarse antes de su defunción. Además, el espectáculo de una intervención armada soviética en Europa Occidental para ayudar a la revolución española habría minado la política de seguridad colectiva de Stalin con respecto a Gran Bretaña y Francia. El dictador que más provecho sacó de la guerra en España no fue Stalin sino Hitler, ya que el objetivo del líder nazi no era tanto contribuir a una rápida victoria de Franco, sino prolongar lo más posible el conflicto español para desviar la atención del desarme y la expansión de Alemania en Europa Central, disuadir a los países democráticos, crear divisiones internas en Francia e involucrar a Mussolini en los planes alemanes.








En todos estos aspectos Hitler obtuvo un gran éxito. Más tarde, menos de cinco meses después del final de la guerra española, Hitler y Stalin se pondrían de acuerdo para lanzar el bombazo diplomático del siglo, lo que puso fin a la política «antifascista» soviética.



Los editores de Spain Betrayed han reunido una sorprendente selección de fuentes originales que permitirán el esclarecimiento de la política soviética durante la Guerra Civil, lo que supone un gran avance en la siempre creciente bibliografía del conflicto. Este tesoro de documentos también se pondrá a disposición del lector español el próximo año, cuando la editorial Planeta publique la edición española del libro. El volumen parece destinado a una larga vida como una de las pocas publicaciones indispensables sobre la guerra española, el conflicto civil que se convirtió en uno de las grandes acontecimientos internacionales del sigo pasado".









Stanley G. Payne.

1 comentario:

Anónimo dijo...

https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-paz-piedad-perdon-85-anos-del-final-de-la-guerra-civil-espanola-02-04-24