25 jul 2010

Camino de Santiago

"A San Isidoro (siglo VII-VII), se debe la primera afirmación escrita conocida sobre la misión de Santiago el Mayor en España. La mencionó de pasada en una obra sobre los Apóstoles, lo que sugiere que era una tradición corriente, cuyo origen desconocemos. Como ya quedó indicado, la predicación jacobea en España no está documentada, pero, veraz o no, iba a tener extraordinario efecto religioso-político en siglos posteriores "



















"De Beato, autor de diversas obras, se conoce sobre todo su Comentario al Apocalipsis de San Juan, terminado en 786, donde explica la crisis del cristianismo y traslada los símbolos del Apocalipsis a la España en reconquista frente al Anticristo, es decir, al emirato de Córdoba.








El Comentario, sin pretensiones de originalidad, contiene uno de los mapamundi más antiguos del mundo cristiano. Era esencialmente un llamamiento al combate para recobrar España, y ganaría enorme popularidad como aliento a una lucha que, de entrada, parecía sin esperanza.







De no menor trascendencia es su reivindicación de la predicación hispana del Apóstol Santiago, que tendría desde el siglo siguiente profundos efectos en toda Europa. Probablemente se deba a Beato la consideración de Santiago como patrón y protector de España".


















"Alfonso II el Casto fue un rey muy notable. Gobernó 52 años, de 791 a 842, mientras en Córdoba reinaban Alhakén I y luego su hijo Abderramán II. Sostuvo trato cordial con Carlomagno y, de acuerdo con su reivindicación del reino hispanogodo, fundó Oviedo, tratando de hacerla digna sucesora de Toledo. Pobló la ciudad con labriegos, artesanos, tropas, comerciantes, etc., mandó construir allí un palacio y otros edificios de fuste, en especial una basílica --incendiada por los árabes en 794 y 795.







De ahí surgió un arte nuevo y original, llamado asturiano, manifiesto en sus bellas y pequeñas iglesias y palacios, que combinan elementos godos, mozárabes y locales. Son edificios de espléndida armonía, tan expresivos de la pobreza de medios de la época como de una cultura bastante refinada, fe en el porvenir y decisión de permanencia. Pero la mayor contribución cultural, de alcance entonces insospechable, fue la peregrinación a Santiago.







En 814, el ermitaño Pelayo afirmó haber visto resplandores en un bosque, de donde vendría el nombre de Campus Stellae o Compostela, Campo de la estrella. Avisado el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, descubrió el presunto sepulcro de Santiago el Mayor, identificado con una lápida. Acudió Alfonso II al lugar, donde hizo erigir un santuario y declaró al apóstol patrón de España, siguiendo a Beato, que en un poema había llamado a Santiago "Cabeza refulgente y dorada de España / defensor poderoso y patrono nuestro".







El suceso tuvo tal repercusión, también al norte de los Pirineos, que el descubrimiento de la tumba llegó a atribuirse allí a Carlomagno. a partir de entonces la peregrinación crecería, primero desde Oviedo, a través de paisajes espectaculares, donde los reyes construyeron hospitales y albergues.







Pronto se organizó desde la Europa transpirenaica una ruta siguiendo el litoral cantábrico, que reforzó, aún en proporción modesta, los lazos culturales y comerciales, mientras despertaba el fervor y la confianza de los hispanos frente al islam. La empresa asturiana despertaría creciente interés al norte de la península.








Aquellos sucesos nos llegan envueltos en leyendas y milagros. La sepultura de Santiago no es imposible, pero sí harto improbable. El lugar contenía tumbas de época romana, y algunos estudiosos, por pura especulación, atribuyen el sepulcro a Prisciliano, cuyos restos habrían llevado allí sus seguidores tras haber sido decapitado en Tréveris, cuatro siglos y medio antes. El enterramiento del apóstol, real o no, iba a desempeñar un papel psicológico, político, cultural y militar de primer orden".


















Alfonso II el Casto, Rey de Asturias, viajó con su corte al lugar, convirtiéndose así en el primer peregrino de la Historia. Mandó edificar una pequeña iglesia. La noticia se propagó rápidamente, Santiago, tan invocado en el siglo VIII, se manifestaba al fin con la revelación de su sepulcro.
















Aproximadamente a partir de 813 con el hallazgo de las reliquias del apóstol y con el beneplácito de Carlomagno, que quería defender sus fronteras de invasiones árabes, Compostela se convertirá progresivamente en un centro de peregrinaje que recibirá su impulso definitivo durante la primera mitad del siglo XII. Muy pronto, la noticia se extiende por toda la Europa cristiana y los peregrinos comienzan a llegar al lugar del sepulcro, el denominado Campus Stellae, que degenerará en el término Compostela.









Menéndez Pidal opinaba que en cierto sentido se puede considerar al caudillo musulmán Almanzor como el gran revitalizador del Camino y quien provocó su fama internacional. En efecto, los repetidos ataques de Almanzor sobre los reinos cristianos españoles llegaron a inquietar a los monjes de la abadía benedictina de Cluny, en aquel momento el más importante centro del cristianismo europeo.








Religiosos vinculados a Cluny elaborarán el Códice calixtino y la Historia compostelana y los reyes españoles favorecerán en todo lo posible la constitución y proyección de una red de monasterios cluniacenses en el norte de España y singularmente alrededor del Camino. Esa política está íntimamente relacionada con el deseo de los monarcas españoles de romper con su aislamiento respecto de la Cristiandad mediante lazos dinásticos, culturales y religiosos.














Muchos de los primeros peregrinos procedían de regiones de Europa pioneras en la aportación de novedades musicales. Partiendo algunos del norte y otros de zonas más céntricas de Francia, habían pasado por lugares de culto, como Chartres y Tours. Allí pudieron escuchar las melodías que todo el Occidente cristiano consideraba el verdadero legado del papa Gregorio. Poco importaba que aquellos que venían del norte de Italia y que habían tenido que cruzar los Alpes y Pirineos les dijeran que en su lugar de origen el rito litúrgico era más antiguo y venerable que ése al que ellos llamaban romano.

















Tampoco importaba mucho que una vez adentrados en territorio hispánico, y reunidos los peregrinos de distintas procedencias en torno a un mismo Camino, hicieran un alto en algún monasterio riojano y allí se les hablase, no sin nostalgia, de una liturgia que no hacía mucho era el elemento unificador frente a las huestes de Alah que desde hacía siglos ocupaban buena parte del solar hispano.







En esos monasterios riojanos y castellanos aún se miraría con recelo a aquellos caminantes que se dirigían a Campus Stellae. Precisamente siguiendo esa ruta había entrado el principal enemigo del rito hispano. Por la ruta jacobea se fueron contaminando las antiguas ceremonias y costumbres para que aquellos que venían de regiones remotas pudieran entender algo del culto que escuchaban. Tanto es así, que ante los deseos unificadores de Alfonso VI, se abolió el rito autóctono en beneficio de la liturgia llamada romana.







El número de peregrinos aumenta extraordinariamente a partir del siglo X, cuando la población europea logra salir del aislamiento de épocas anteriores e inicia una serie de contactos e intercambios que, en el campo religioso, llevarán a hacer de la peregrinación la forma más difundida de devoción. Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela serán los destinos más importantes: todos los caminos llevan a Roma. Los cruzados y las ciudades marítimas italianas abren la ruta de Jerusalén. Los monarcas de Navarra, Aragón, Castilla y León facilitan el viaje a Santiago mediante la construcción de puentes, reparación de caminos y edificación de hospitales.








Años más tarde, el carácter apostólico de su iglesia y las riquezas acumuladas gracias a los peregrinos permitirían a un obispo emprendedor, Diego Gelmírez, convertir su sede en arzobispado.








Después del siglo XIV se produjeron muchas convulsiones sociales en Europa que desvían a los peregrinos potenciales hacia otros destinos. Por otra parte, la Reconquista desplaza toda la atención económica y gubernamental de los reinos españoles hacia el sur. El Camino de Santiago pierde el esplendor de los siglos anteriores. El Cisma de Occidente en 1378 agrava y divide a la Cristiandad. El siglo XV tampoco ayudó a su revitalización, plagado de acontecimientos desagradables en el viejo continente: guerras, hambre, peste, malas cosechas, sequías...







Aun así, muchos creyentes seguían acudiendo hasta la tumba del apóstol para cumplimentar su penitencia pero, año tras año, el Camino fue cayendo en el olvido.

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