22 ago 2010

Indígenas contra españoles

Lautaro (mapudungun Lef-traru o Lev-traru, traro veloz), (n. Tirúa, ca. 1534-Peteroa, 1557) fue un destacado líder militar mapuche en la Guerra de Arauco durante la primera fase de la conquista española.
















Levtraru o Leftrarü, hijo del lonco de la zona llamado Curiñancu.


















Estando al servicio de los españoles aprendió el oficio de militar para poder servir en las tropas auxiliares. Vio como se maltrataba a los indios para escarmentar su rebeldía y decidió desertar para convertirse en un caudillo militar de los Mapuches. Entrenó a sus hombres en las tácticas de los españoles, y en otras que se le ocurrieron basadas en las costumbres de su pueblo. De esta forma consiguió aniquilar a las tropas de Valdivia, en una emboscada, llegando a beber chicha en el cráneo del caudillo español.


















Antes de que se iniciara la conquista de la isla, en 1402, Lanzarote se hallaba habitada por los mahos o majos, pueblo de raíz bereber y origen norteafricano que habría llegado a la isla en torno al año 500 a. C. El nombre indígena de la isla es Tyterogakat o "Tytheroygatra", que se ha traducido como la quemada empleando un topónimo geográfico bereber tuareg de Argelia central















Aunque se ha popularizado el etnónimo “guanche” como gentilicio de todos los aborígenes de Canarias, que habitaban las islas con anterioridad a su conquista, lo cierto es que, en sentido estricto, ese nombre se referiría exclusivamente a los indígenas de Tenerife así como el término Mencey que afectaba a los caudillos territoriales tinerfeños.







Cuando el navegante genovés Lancelotto Malocello arribó a Lanzarote a principios del siglo XIV, sus habitantes al parecer se llamaban a sí mismos majos, según el etnónimo que ha pervivido en las fuentes etnohistóricas o en la toponimia insular (Cueva de Los Majos, piedra de Los Majos, etc).














Está probado que los primeros habitantes de la isla, como los del resto de Canarias, procedían del Norte de África, de un espacio geográfico que se extiende, aproximadamente, desde Túnez hasta la costa atlántica, y desde el Mediterráneo hasta el límite meridional del desierto del Sáhara, entroncados cultural y genéticamente con los pueblos bereberes del actual Magreb.







En el caso lanzaroteño, existe una similitud en el tipo de hábitat (las llamadas “casas hondas”) con el presente en el Atlas Medio y en otras regiones de Marruecos. Los grabados rupestres de la isla son comunes al resto del Archipiélago y al noroeste africano, con gran profusión de símbolos podomorfos, presentes también en las cimas del Atlas y de la Kabylia. Por su parte, la cerámica muestra paralelismos con las del Neolítico tardío sahariano.






El gentilicio "majo" ha sido relacionado con los nombres de tribus bereberes norteafricanas recogidos por autores grecolatinos, tales como los maxios, mazies y mauros. Finalmente, las frases y palabras conservadas de época aborigen remiten al tronco camito-bereber de los diferentes dialectos hablados en Canarias. Habría que destacar también la existencia de grabados alfabetiformes, como en el resto de las islas, propios de la escritura líbico-bereber o tifinagh, junto a otro tipo de escritura, que parece exclusiva de Lanzarote y Fuerteventura, a la que se ha llamado “latina”, por su similitud a la cursiva pompeyana, y que podría suponer cierto nivel de romanización de las poblaciones bereberes llegadas a la isla.







En cuanto a las fechas del poblamiento, la mayoría de las teorías apuntan a un momento próximo al año 500 a. C. para datar las primeras arribadas humanas a las Canarias. En el caso de Lanzarote, la arqueología ha demostrado que el horizonte cultural de los primeros pobladores de la isla se corresponde con la protohistoria del noroeste africano, protagonizada por pueblos bereberes influenciados por la cultura púnica, y quizás también por la latina. Las causas exactas que motivaron el desplazamiento se desconocen.
























Sobre el aspecto físico de los aborígenes de la isla poco se sabe con certeza, debido a la escasez de estudios antropológicos. Las limitadas piezas óseas estudiadas remiten a un tipo de estatura media-alta y acusada robustez, de características mediterranoides norteafricanas. Las fuentes etnohistóricas, principalmente la crónica normanda de la conquista (Le Canarien), se limita a apuntar que “son gente hermosa y bien partida”.







En la historiografía canaria actual se discute sobre cómo fue posible que los guanches llegaran a Canarias dado que desconocían el arte de la navegación, y se dan diversas hipótesis, como puede ser el olvido de ese arte, que fueran trasladados por otros o que quedaron aislados por algún tipo de cataclismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bueno por lo menos es algo