30 sept 2010

Demografía, Europa y el mundo

A partir de los comienzos de la revolución industrial, se produjo en Occidente un incremento descomunal del crecimiento demográfico. En las etapas de la humanidad en las que el hombre se desempeñaba como cazador recolector o en agricultura no mecanizada, el crecimiento demográfico, existente pues el incremento aunque mínimo siempre se producía, tenía una pendiente de la curva pequeña.

















Tras el punto de ruptura de Rostow, el crecimiento no era posible que fuese absorbido por la aparición de puestos de trabajo. Sin embargo, el hombre europeo tenía la salida de la emigración hacia los territorios vacíos de las colonias y de paso favorecer el crecimiento económico de éstas, con el beneplácito de los gobiernos coloniales y después de los nuevos gobiernos independientes.


















Así, los europeos llenaron los USA, Canadá, Hispanoamérica, Brasil, África, Australia, Nueva Zelanda, zonas de África etc. La expansión del hombre y la cultura europea fue formidable. Esto ocurrió desde el siglo XVI al siglo XIX y aún continuó hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, y tras ella con los desplazados; pero después serán las naciones del llamado Tercer Mundo las que generen la mayor cantidad de inmigrantes, y no precisamente a territorios vacíos sino a los muy poblados espacios occidentales, donde una población cada vez más envejecida no puede cubrir los puestos de trabajo que la maquinaria industrial y de servicios genera y muchos puestos en otros sectores que ningún ciudadano occidental quiere cubrir.



















Tras 1975 y la crisis del petróleo, se extendió en determinados ámbitos la especie de un neomalthusianismo, una ideología que pone en tela de juicio la posibilidad de la tierra de dar de sí para sostener a la humanidad y la necesidad de ejercer un férreo control de natalidad.

























El Club de Roma editó un libro apocalíptico sobre las carencias de determinadas materias primas, y repitió los errores de Malthus, quien con mejor intención vaticinó el hambre para la humanidad sin tener en cuenta las mejoras de la producción que habrían de realizarse por las nuevas tecnologías. De lo vaticinado por el Club de Roma nada se ha cumplido, nunca ha habido tantas reservas de todas las materias de las que hablaron y todo indica que sus predicciones eran erróneas, pero gentes como David Rockefeller siguen erre que erre.

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