10 nov 2010

La confesión de Felipe González











En el año 1985, el barco de Greenpeace Rainbow Warrior fue hundido por agentes del Servicio de Acción francés. La razón del hundimiento fue proteger los experimentos nucleares franceses en el Pacífico, y en la operación dicen las malas lenguas que participó un joven teniente o capitán de apellido Royal, el hermanito de Ségolène Royal. Los franceses tienen la figura de "la razón de Estado" para justificar estas acciones encubiertas pero en España eso no existe, cuando los servicios especiales actúan, el responsable político debe responder si son capturados.





Felipe González ha hablado, pasada ya la fecha de prescripción del delito, sobre su decisión de no dar la orden de matar a la cúpula de ETA en Francia ante la imposibilidad de detenerlos y la escasa, entonces, colaboración de la policía francesa. El contexto de la trama se encuentra en la situación de transición entre el régimen de Franco y la España constitucional, la necesidad que sintió Suárez de sentirse arropado por las potencias extranjeras y por lo que llaman izquierda española así como por los nacionalistas presuntamente moderados. Esto había obligado a limitar la lucha legal contra ETA con la esperanza de que HB se integrara en la vida política normal llegando a una reconciliación.








Evidentemente el objetivo no se consiguió y tras la apabullante victoria electoral del PSOE, en aquel momento dirigido por una cuadrilla de buscavidas asombrados de su éxito electoral con un partido al que se sumaban cientos de militantes con vocación política, llamado a ser la otra rueda de la bicicleta, González elaboró su plan de construcción del maravilloso aparato de poder en que se iba a convertir el PSOE; y todo con dinero de los alemanes y los americanos.







La disyuntiva que se le planteó a Felipe para conseguir esto y poder desembarcar como partido en los poderes fácticos fue la de desarrollar el Estado de las Autonomías, y la de convencer a esos mismos poderes de que sería con ETA al menos tan duro como la derecha. Para conseguirlo se valió del enorme capital electoral que tenía por su carisma lo que daba seguridad en la desagregación producida por las autonomías, y en un pacto con las cloacas del Estado tal y como UCD había pactado con ellas para desactivar a los grupos de extrema derecha.









Por otro lado, determinadas acciones ponían más caro a una juventud vasca poco dada al sacrificio, de todas formas en el País Vasco no había opresión real, la militancia en ETA. Se obligaba a los terroristas a gastar dinero en autoprotección y se ponía a disposición de ciertos políticos todo el dinero de los fondos reservados.









El contraterrorismo ilegal nunca se hizo pensando en acabar con ETA ya que nunca se utilizó con la contundencia suficiente, en Europa eso era muy difícil, siempre se hizo para reconducir la situación y poder pactar con la izquierda abertzale. Toda esta maniobra nos coloca delante el juego de un grupo de politicastros que no creen ni respetan el Estado de Derecho, ni la democracia pero que tampoco quieren arrostrar su responsabilidad en su acción política como exige el fair play democrático.








La pregunta es: ¿por qué lo hace ahora González? Y no me refiero sólo a que el delito haya prescrito sino a la intención y oportunidad política de la confesión. No sé si será soberbia, locura, efectos secundarios de los antiasmáticos o participar de alguna forma en el oscuro juego que piensan jugar en el final de ETA.




Recordando que ciertas acciones le costaron a Nixon la presidencia sólo citaré la CE:



Art. 1º-1. "España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho".


Art. 9º-1. "Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico".

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