2 sept 2011

Pío Baroja y Hermann Hesse

A lo largo de la vida hay un grupo de ideas, en realidad, lecturas, conocimientos, acontecimientos que han marcado las lineas de tu propio pensamiento. No quiere decir esto que sean las que más te han divertido, ni las mejores desde el punto de vista artístico, muchas veces son desagradables, difíciles de desentrañar e incluso quisieras haberte librado de ellas. Voy a hablar de dos libros que me impresionaron especialmente y de sus autores, uno es "El Árbol de la Ciencia" de Pio Baroja y el otro es "El Lobo Estepario" de Hermann Hesse.


























Hermann Hesse (Calw, 1877 - Montagnola, 1962) Novelista alemán que en ocasiones utilizó el seudónimo de Emil Sinclair; obtuvo el premio Nobel en 1946. Vástago de una familia de misioneros pietistas, fue destinado al estudio de la teología y enviado en 1891 al seminario de Maulbronn.










De allí se fugó en 1894 e hizo el aprendizaje de relojero en Calw. En 1895 fue aprendiz de librero en Tubinga y trabajó como tal en Basilea a partir de 1899. Después del éxito de "Peter Camenzind" (1904) se instaló a orillas del lago de Constanza dedicado a la literatura. En 1911 viajó a la India, más tarde se fue a vivir a Berna y finalmente a Montagnola, cerca de Lugano.





Peter Camenzind puede ser considerada un arquetipo del género conocido como "novela de formación", de escritura reflexiva y melancólica, sobre un joven que llega del campo a la ciudad para acabar huyendo de la cultura urbana y regresar a la naturaleza y la vida sencilla. En esa misma línea, "Bajo la Rueda" (1906) expresa la rebelión contra la autoridad.










Pero el título que marca el paso del ecuador dentro de la obra de Hesse es sin duda "Demian" (1919), cuyas primeras ediciones se publicaron bajo el seudónimo Emil Sinclair y con el significativo subtítulo "Una historia de juventud"; escrita en medio de una profunda depresión, la novela es sin embargo un canto a la amistad, al arte y a la vida. "Siddharta" (1922), diametralmente distinta, recoge la experiencia del autor en la India y se convertiría, una generación más tarde, en el libro de cabecera de los primeros "beatniks" y "hippies", difusores en Occidente de la cultura budista.











Pese a que se negó a ejercer la medicina, Baroja tenía un ojo clínico que ya quisieran muchos ilustres matasanos. Fue, salvando las distancias, claro está, y a riesgo de incurrir en el agravio, una especie de House con boina y sin cachava. Un tipo huraño y montaraz, acidulado y cascarrabias, que diagnosticaba al vuelo cualquier enfermedad relacionada con esa patología anómala que es el género humano. Don Pío, sin embargo, era un conservador inconformista, un escéptico que nunca pecó de apático. Un hombre sin pelos en la pluma y sin plomo en las alas. Capaz, llegado el caso, de desplumar al más pintón o de poner como no vean dueñas a los pelanas encumbrados.










A esos, por ejemplo, que, antaño al igual que hogaño, pretenden ganar fama y fortuna con la ruina de España. A los que falsifican el pasado a voluntad y hacen de su capa un traje. A los que, mientras amagan con secuestrar el porvenir, le endosan al presente el precio del rescate. A quienes se empecinan en conseguir que el verso se tenga que encarnar en la usura prosaica: "De todas las historias de la historia...". La triste gracia de la historieta interminable.









Una de las series novelescas más interesantes de Baroja son las "Memorias de un Hombre de Acción", en las que Aviraneta nos desgrana la Historia de España contándonos sus aventuras, una Historia de tipos psicológicos de manera distinta a los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdós. Baroja era un patriota al que le dolía España; en sus últimos años vivió junto a su sobrino Julio Caro Baroja, eminente antropólogo, cuyas obras sobre Etnología vasca, y de otros pueblos, han abierto muchos ojos cerrados y cerriles.

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