2 dic 2011

Las virtudes del campesinado

A finales de los años cuarenta, el economista alemán Wilhelm Röpke escribió un libro, "La Crisis Social de Nuestro Tiempo", en relación con la economía que él veía factible para defender a Europa del comunismo y de cualquier tentación de nacionalismo económico o nazismo, como la que le había obligado a emigrar durante la guerra.





















El trabajo de Röpke gira en torno a la necesidad de construir una economía de la sociedad y el hombre, y no de las teorías académicas. Me viene a la memoria esta obra cuando recuerdo el mito del rey Midas, aplicado a la madre de todas las crisis, no tiene por que ser ésta.





















Cuentan los griegos que en Frigia existió un monarca al que el mundo recuerda por ser el inventor del dinero; imaginemos lo que supuso ese invento a la hora de facilitar los intercambios y multiplicar la economía de los países; pero a Midas la ambición le podía y oró al dios Baco para que le concediera el poder de convertir en oro todo lo que tocase, y el dios le dio una lección. A partir de este momento, comenzó a convertir en oro los alimentos y el agua y hasta sus propios cabellos al mesárselos; por fin, el dios se apiadó de él y lo salvó de morir.





















Si una crisis se agrava no importa que tengas oro, aunque te sirva como valor refugio para después de la crisis, ya que no te salvará de morir hambriento. Röpke apostaba por compatibilizar, en el obrero, su trabajo con el mantenimiento de una pequeña granja de autoconsumo lo que produciría, según él, una desproletarización de la clase obrera.





















Desde luego, a nuestro hombre no le interesaba promocionar esa agricultura proteccionista que se reduce a cobrar subvenciones y a la que comparaba con un parque nacional; él quería un complemento económico y un espacio de libertad para el trabajador.

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