1 ago 2012

Una ucronía

Cuando lees algo relacionado con la Segunda Guerra Mundial no deja de sorprender la combatividad del soldado alemán. ¿Cuál será la razón de la tremenda eficacia operativa de los ejércitos alemanes? La capacidad de organización, el duro entrenamiento y gran formación de oficiales y suboficiales, el entrenamiento del soldado, la disciplina o... ¿hay algo más?
















La formación en oficios propiciada por la industria alemana (casi militar en tiempo de paz como decía
Ernst Jünger), el nacionalismo herido por la Primera Guerra Mundial, el convencimiento de la ideología de superioridad racial del nacionalsocialismo con la secuela de un alto espíritu militar, la promesa de un Reich de mil años y el método perfeccionista educativo de los alemanes (a todos ellos se les inculca hacer bien su parte del trabajo).

















Todo puede ser, pero el resultado es un ejército muy operativo capaz de actos de gran valor personal y colectivo; sin embargo, convirtieron a la tropa, compuesta por gran número de cristianos si quiera nominales, en auténticos fanáticos.















Alemania erró por no destruir el ejercito inglés en Dunkerque, por despreciar el factor humano de los pueblos aliados en Centroeuropa, y en la Unión Soviética, y por no darse cuenta de la importancia del teatro de operaciones norteafricano, con el posible desarrollo de la Operación Félix, que España perdonó noble y prudentemente al RU, con la posibilidad de controlar el petróleo de Iraq e Irán y en la operación Barbarroja poder contar con una cuarta columna de ataque contra Rusia, por su bajo vientre, y contra los pozos petrolíferos de Bakú en aquella época fundamentales para la URSS.

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