6 oct 2013

El ejército

En uno de sus álbumes, en las aventuras de Astérix en Hispania, el genial René Goscinny, con su acerado pero humano humor, nos cuenta la historia del viaje de Astérix  y Obelix a Hispania para proteger a un niño hijo de un rebelde español antirromano. Como siempre nuestros defectos no escapan al ojo del guionista, el niño es caprichoso y cuando no obtiene lo que quiere, amenaza con ahogarse reteniendo la respiración con cabezonería. 
















Es efectivamente el voluntarismo hispánico puesto en evidencia, una de nuestras características junto con la de perseguir molinos de viento como Don Quijote. La aplicación de este defecto al pacifismo hispánico, de manera que desapareciendo el ejército desaparece la posibilidad de guerras, nutre la cultura de masas. Cualquier gasto militar es superfluo, este tipo de voluntarismo subyace en todo el pensamiento progre de esta desgraciada España. 

















Pero no; el principio organizador de cualquier sociedad se basa en la guerra, ya sea como amenaza o como posibilidad real. La autoridad del Estado por encima del pueblo se apoya en los poderes bélicos; no existe la potestad sin la fuerza para ejercerla. Nos sorprendemos de la capacidad británica para reírse de nosotros en el caso Gibraltar, para tomarnos el pelo a diferencia de lo hecho con China a propósito de Hong Kong. Una de las razones es la fuerza del ejército chino. Tácito decía: "si quieres la paz prepara la guerra". Nuestros pacifistas de salón, por otra parte nada pacíficos, se agazapan para liquidar el ejército y con ello el poder del Estado.

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