7 oct 2015

La situación en Cataluña

Excelente análisis de un hispanista emérito que vive en Cataluña.




El drama de un hogar dividido. El Mundo.



Muchos de los que piensan que conocen Cataluña -y esto no significa simplemente aquellos que viven en España, sino también los que viven fuera de España y que han tenido un contacto estrecho con los catalanes y con los intereses catalanes- parecen haber aceptado una perspectiva de la situación política que coincide con demasiada facilidad con la imagen cuidadosamente creada y difundida por un puñado de publicistas y periodistas. De acuerdo con esta imagen, hay un conflicto profundo, arraigado en siglos de historia, entre la cultura y los intereses de la región y la cultura y los intereses del Estado nacional. Eso, al parecer, ha provocado las actuales tensiones, y -dice su argumento- deberíamos hacer un intento para resolver esas tensiones entre la región (Cataluña) y el Estado (España).





Esta presentación, tratando de tensiones entre España y Cataluña, me parece hoy casi irreal. Las tensiones que veo a mi alrededor aquí en Cataluña son de un orden diferente. Son, de hecho, tensiones que no tienen nada que ver con el conflicto histórico entre el Estado y la región. Más bien, las tensiones están en sumo grado dentro de la región. El verdadero conflicto es de Cataluña contra Cataluña. Es un conflicto que ha sido provocado artificialmente para servir a las ambiciones políticas personales y específicas en el principado, y que tiene pocas raíces en la historia o la cultura de la región.









El fenómeno no es nuevo, y estudios recientes han puesto de manifiesto la forma en que ha salido a la superficie en áreas tan distintas como Bélgica, Japón, Canadá y Australia. Muy recientemente, un escritor en Australia hizo la siguiente observación: “dos son las Australias que se miran la una a la otra a través de un abismo ideológico y ambas afirman ser custodias de la autentica identidad nacional australiana. Somos una casa dividida, cada vez más cerca al resto del mundo, pero cada vez más lejos la una de la otra”. Si ese es el caso de Australia, es aun más cierto en el caso de la Cataluña de hoy.






Un puñado de políticos en Cataluña, completamente ajenos a su obligación primordial de servir a los intereses del público, han decidido perseguir un objetivo que imaginan ser el medio idóneo para mantenerse en el poder. Con este fin, han tratado de crear un elaborado espejismo político que pretende seducir al viajero cansado y asegurarle que está al alcance de la Tierra Prometida. ¿Cuáles son los medios que se han empleado en la hoja de ruta hacia este objetivo?






En primer lugar, han tirado por la borda cualquier pretensión de ideología o de creencia política. Las aspiraciones de toda una generación de catalanistas tradicionales, de socialistas, de progresistas, han sido rechazadas. En su lugar han afirmado que no hay diferencia entre la izquierda y la derecha, que los conservadores ahora deben alinearse con los comunistas, y que deben compartir el mismo objetivo indiviso. Por supuesto, ese “objetivo” no se explica o define y cualquier petición de que se explique es rechazada bruscamente. El impacto en el esquema político tradicional ha sido devastador. Los catalanistas de toda la vida, que se han dedicado por entero a las ideas que tenían sobre cómo promocionar el bienestar de su país, han sido eliminados de la escena política, simplemente porque se niegan a creer que su objetivo ahora debe coincidir con el de los demagogos radicales. Los socialistas de toda la vida, que siempre se habían identificado con el pueblo y con los trabajadores, han tenido que abandonar esa perspectiva e identificarse en cambio con la tradicionalista élite burguesa.


En segundo lugar, los predicadores del nuevo evangelio han declarado en repetidas ocasiones que la hoja de ruta no pretende ser democrática. Es verdad que han pedido reiteradamente el apoyo popular, pero siempre con la condición de que los votos de las personas no siempre cuentan. Proclaman que en una futura elección la mayoría de escaños será decisiva, aunque apenas represente el 30% de los votantes, cifra que es la última estimación citada en el periódico ‘La Vanguardia’. Ese 30%, según ellos, es la auténtica Cataluña, y suficiente para justificar una proclamación de la independencia. Las elecciones, según ellos, son realmente un referéndum, y deben ser aceptadas como un referéndum, incluso si no se reúnen las condiciones requeridas normalmente por una consulta democrática y constitucional de la opinión.


En tercer lugar, con el fin de preparar el camino para la hoja de ruta, han llevado a cabo una campaña masiva para reescribir la historia de su país. El proceso ha sido generosamente financiado por la Generalitat, que dedicó millones a la creación de centros para la “Historia” de Cataluña, y la “Historia” de Barcelona. Más recientemente, un respetado historiador, marxista de toda la vida, ha sido persuadido para producir un estudio sobre la identidad catalana que otro historiador, también catalán y trabajando en París, ha criticado como “culmen del nacional comunismo romántico”. La fusión de comunismo y romanticismo burgués es ahora, de hecho, un ingrediente crucial de la hoja de ruta. Sirve para confundir la información sobre el pasado a disposición de millones de catalanes, cuya historiografía siempre ha sido víctima de la ideología, y nunca tanto como hoy.


En cuarto lugar, ha habido una campaña de desinformación que ha servido para confundir y dividir a los catalanes. La señora que dirige un grupo autodenominado Asamblea Nacional de Cataluña ha hecho discursos afirmando que el pueblo será feliz y libre en la nueva Tierra Prometida, donde estarán a salvo de la depredación del Estado español. La idea es hacer público que todos los catalanes están unidos en su apoyo a la hoja de ruta, que es el único camino a seguir. En la capital comarcal cerca de donde vivo, todas las banderas públicas de los partidos políticos se han eliminado y por lo que yo puedo ver sólo una bandera vuela libremente, una bandera que, como es el caso, no es la bandera nacional de Cataluña, sino la bandera exclusiva de la coalición burguesa comunista que apoya el separatismo. La práctica eliminación de la bandera catalana es, por supuesto, no un hecho de los españoles, sino de los catalanes. Nada demuestra más claramente que el verdadero conflicto generado en los últimos meses ha sido provocado por algunos catalanes contra otros catalanes.






El resultado de estos hechos, respaldado y generado por un puñado de personas, ha sido la creación de un malestar social generalizado. En tiempos pasados, la personas se criticaban unas a otras libremente y por encima de todo criticaban a los españoles, contra los cuales tenían quejas bien establecidas y sobre la base de razones genuinas. Ahora la situación es diferente. Los vecinos ya no se hablan abiertamente entre sí acerca de sus problemas por temor a provocar tensiones. Se ha convertido en indeseable cuestionar las mitologías fabricadas en apoyo a la hoja de ruta. Las falsedades han sustituido a las verdades, la desunión ha sustituido a la antigua unidad entre los sectores de la comunidad. Cataluña se ha vuelto contra sí misma, en lugar de permitírsele continuar con sus opciones históricas auténticas. Ese es el verdadero logro de la alianza electoral entre burguesía y demagogos: la destrucción de la calidad de Cataluña y del genio de su pueblo.



Henry Kamen es historiador británico. Su última obra, publicada por La Esfera de los Libros en 2014, es "España y Cataluña. Historia de una pasión".

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